domingo, 5 de septiembre de 2010

¿Un tratado para reducir las emisiones que enfrían la atmósfera? por Risto Isomäki





Mientras hay poco progreso para reducir los gases que provocan el calentamiento global, se avanza rápidamente en prohibir sustancias capaces de enfriar la atmósfera, afirma en esta columna el escritor Risto Isomäki.

HELSINKI, 30 ago (Tierramérica).- En una temporada de impresionantes noticias vinculadas al clima, hay señales de que se están derritiendo hielos submarinos que albergan depósitos de gases invernadero cuya liberación haría insignificantes las actuales emisiones de esas sustancias causantes del cambio climático.

En este 2010 se baten récords mundiales y nacionales de calor: 37,2 grados en Finlandia, 35 en la República Rusa de Sajá y 54 en Pakistán. Los incendios de bosques y yacimientos de turba han provocado enormes daños en Rusia, mientras que Pakistán sufrió grandes inundaciones y aludes de lodo.

Un enorme témpano de hielo se desprendió del glaciar Petermann, en el noroeste de Groenlandia, y la extensión del hielo en el mar Ártico es la segunda más pequeña que se recuerde.

En 1994 se estimó que había unos 25.000 kilómetros cúbicos de bancos de hielo flotantes en el Ártico. Desde entonces, la cantidad se redujo al menos en 80 por ciento. Mientras el hielo y la nieve reflejan entre 70 y 90 por ciento de la radiación solar hacia el espacio, las superficies acuáticas apenas reflejan entre cuatro y 10 por ciento. Por tanto, la pérdida de hielo marino acelera el calentamiento de las aguas en áreas polares.

El Ártico alberga enormes depósitos naturales de carbón orgánico y de metano, un potente gas de efecto invernadero.

Las áreas terrestres con hielo permanente (permafrost) contienen por sí solas un billón y medio de toneladas de carbón orgánico que podría ser liberado a la atmósfera en forma de metano si se derrite el permafrost.

Casi la mitad del lecho del Ártico está cubierta por un permafrost submarino y también hay allí yacimientos de hidratos de metano, unas mezclas de hielo común y de gas atrapadas dentro y debajo del hielo. El derretimiento de ese permafrost y de esos depósitos de hidratos de gas puede, en teoría, liberar tanto metano y dióxido de carbono que, en comparación, nuestras actuales emisiones de gases invernadero resultarían insignificantes.

Hay señales de que algo así está empezando a suceder. En agosto de 2009 un equipo de la británica Universidad de Southampton descubrió 250 sitios en los que los yacimientos submarinos de hidratos de gas han comenzado a derretirse y a liberar metano, alrededor del archipiélago ártico de Spitsbergen.

Se necesita detener ese derretimiento antes de que las cosas se escapen de las manos. Pero, mientras hay poco progreso en las negociaciones para reducir las emisiones que provocan el calentamiento global, los esfuerzos para reducir emisiones de sustancias capaces de enfriar la atmósfera avanzan rápidamente.

La Organización Marítima Internacional (OMI) decidió en octubre de 2008 que el máximo de contenido de azufre en el combustible usado por las naves que recorren los océanos deberá ser de 0,5 por ciento antes de 2020, mientras que el límite por ahora admitido es de 2,7 por ciento.

Las pequeñas gotitas de azufre que se emiten a la atmósfera con la combustión de los motores de los navíos estimulan la formación de nubes bajas, que tienen un impacto refrescante sobre el planeta, indican observaciones científicas.

Las estimaciones disponibles señalan que las emisiones de azufre de las naves ayudan a enfriar el planeta con una eficiencia de 58 décimos de vatio por metro cuadrado.

Además, ese azufre hace que las nubes sean más blancas, reflejen mejor la luz solar y tengan más vida útil. Su efecto es especialmente importante sobre los océanos, donde a menudo hay escasez de pequeñas partículas que puedan actuar como núcleos de condensación para las nubes.

Así, la aplicación de esa disposición de la OMI podría reducir el efecto refrescante de los barcos en 0,31 vatios por metro cuadrado. Podría parecer poco importante, pero, de acuerdo con mediciones de la agencia espacial de Estados Unidos (NASA), el desequilibrio del calor planetario, o calentamiento global, asciende hoy a 85 décimos de vatio por metro cuadrado.

Esto significa que la Tierra recibe más energía del Sol que la que irradia de vuelta al espacio, y que esa diferencia es de 0,85 vatio por metro cuadrado.

En otras palabras, la puesta en vigor del tratado de la OMI puede elevar el calentamiento global en 36 por ciento, de 0,85 a 1,16 vatios por metro cuadrado, un extremo peligroso, sobre todo porque el impacto se concentraría sobre los océanos, especialmente en el Atlántico Norte y en el Ártico.

El azufre es perjudicial para la salud humana, así que tiene sentido abatir las emisiones en las zonas marinas cercanas a lugares densamente poblados, como el Báltico y el Mediterráneo.

Pero el azufre emitido en medio del océano difícilmente puede ser un problema importante para la salud.

¿Es éste realmente un buen momento para invertir más de 200.000 millones de dólares por año en abatir las emisiones de azufre de las naves que surcan los océanos? Aunque el tratado de la OMI tenga buenos propósitos, podría empujarnos al borde del abismo.

* Risto Isomäki, ambientalista y escritor finlandés cuyas novelas han sido traducidas a varios idiomas. Derechos exclusivos IPS.


Publicado con autorización del semanario Tierramerica


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